lunes, 9 de junio de 2014

Bends

El cine ayuda a descubrir el mundo, lugares, culturas, cotidianidad y gente, a nosotros, y vernos tan iguales y a su vez algo particulares y propios a su misma vez, como pasa con Bends de Flora Lau, donde se deja ver el cosmopolitismo, el aire culto y la elegancia de China, principal o fácilmente desde Hong Kong, la que lleva el mejor espíritu europeo, unida a una ciudad (sub)provincial limítrofe, Shenzhen, que tiene otras reglas bastante duras –la de multar la ilegalidad de la tenencia de un segundo hijo en sus ciudadanos, regla mayoritaria en el país-, pero que no deja de poseer espacios atractivos, imponentes y modernos junto a algo de austeridad y tradición, porque no es que estemos ante el atraso más bárbaro ni por el estilo, lo que hace el panorama más complejo y menos maniqueo de lo que acostumbra el facilismo.

En estas dos ubicaciones, hermanas como distintas, con lo que ambas características lógica y naturalmente relacionadas significan surgen igual dos historias. Una es la de la “humilde” Shenzhen, que expone a la clase media baja, una muy digna si bien su protagonista, Fai (Chen Kun), chofer de una adinerada mujer de Hong Kong, la otra cara en contraste y complemento, llega a manifestar pequeños entresijos delictivos. Robos y venta de autopartes del vehículo lujoso de su patrona, o los muchos intentos de que nazca su segundo hijo sin que como padres obtengan ninguna penalidad o limitación, que se ajustan a algo superior en las fuerzas y alcances humanos dada la personal situación, que indica desesperación más que criminalidad, aun siendo actos reprobables vista la ley. El filme es muy estilizado y se nota en la apariencia de sus personajes, puede que sin querer, o quien sabe y es un atributo para romper esquemas, o sólo embellecer el relato. Fai tiene que lidiar con la carga económica –más allá de la operación habitual- del segundo embarazo de su pasiva esposa y no está permitido más de un hijo, el motivo del conflicto principal. Careciendo de recursos para paliar la normativa del estado se entrega a imaginar distintas salidas de cómo puede llevarla a la ex ciudad colonial británica de Hong Kong, donde hay facilidades, aunque no sea tan fácil de conseguir.

La otra es la mencionada Hong Kong y cómo Anna (la sensual, delicada, guapa en su edad, Carina Lau) una dama de alta sociedad se enfrenta a su propia crisis económica, con un esposo huido que la ha abandonado en la bancarrota súbita, en un declive in crescendo, con lo que sola debe luchar por mantener primero las apariencias y luego resolver el gran problema a acuestas de cómo mantenerse lo mejor posible, en medio de su naturaleza de superficialidad, ocio, inactividad laboral, refinamiento y superstición. El diálogo con su trabajadora, solitaria e independiente anciana pero vital madre aportará a la trama un pasado olvidado y una indiferencia hacia la necesidad ajena, que pronto se rebatirá sin fricción formal, en una cualidad de la película. Flora Lau no reduce a Anna a un estereotipo, le otorga personalidad, amoralidad, ambigüedad, emotividad, sensibilidad y supervivencia (rasgos generales del conjunto, que están por encima de la clase social, o la eterna lucha de clases), bajo un toque sencillo sea dicho, pero más que suficiente para enriquecer el relato y a sus criaturas, aparte de las formidables muestras de elegancia y belleza, en varios sentidos, que brinda el talento de la actriz Carina Lau.

El buen hacer de Flora Lau rebate y supera un asomo a telenovela, el de un señalamiento detractor al respecto, vista su universalidad y posible acercamiento temático –el empobrecimiento desde el lujo o la necesidad y la desesperación económica- en medio de un determinado -a un punto lo es- exótico lugar como China (sin ser tratada así), en una estética y arte por encima de ello, aunque también le sirve un poco en contra. Finalmente uno está viendo un filme de esos que llamamos discretos, pero muy bien hecho, con un nivel narrativo notable, sólo que diáfano, desplegado bajo una delicada pero bastante clara argumentación.

Dos mujeres se enfrentan a parecida situación, necesitan mucho dinero para sobrevivir a cierta necesidad en particular (el estatus, aunque con sus diferencias, como el nacimiento), una depende del marido, otra se halla sola sin él, uno se encarga de lleno del asunto, el otro se fuga y deja la situación en mal estado. Se trata de la fortaleza que implica la vida, como en la escena del auto tirado a perder que resulta un gran punto de inflexión, el de una "tragedia" revelada, en el canto de una superación y una catarsis, nunca un final, visto el llamado a la valentía de cada ser humano para seguir hacia adelante, sin saber a ciencia cierta como hacerlo. Es el match pugilístico de la existencia, desde el poder del arte.