lunes, 21 de diciembre de 2015

Tangerine

La quinta película del cineasta indie Sean Baker retrata la vida de prostitutas transexuales afroamericanas en los barrios austeros de Los Ángeles, en la víspera de navidad, de la tarde a la noche del 24 de diciembre, cuando Sin-Dee (Kitana Kiki Rodriguez) sale de la cárcel tras 28 días de prisión por posesión de cocaína, y se entera de que su pareja sentimental, un proxeneta, Chester (James Ransone), está acostándose con una mujer, otra prostituta, por lo que Sin-Dee secundada por su mejor amiga también transexual, Alexandra (Mya Taylor), va tras la amante para arrastrarla a pedirle cuentas frente a Chester. Con este centro yace una sub-trama hacia un clímax conjunto, en un taxista armenio que le es infiel a su esposa con éstas putas transexuales, llegando a haber un momento bastante sugerente aunque cuidado -no explícito- donde éste tipejo, Razmik (Karren Karagulian), le da sexo oral a uno de los travestis.

La película anterior de Sean Baker, Starlet (2012), también tenía el factor de realismo duro, pero manejado con arte (hay una escena porno, que no llega a ser plenamente explícita, aunque deja apreciar/entender el acto sexual), en que la carismática y sensible joven protagonista que luce en el relato a todas luces noble resulta ser una actriz porno, con la “audacia”–si bien no tanto en el presente, porque se diría que hasta se espera de ello en la modernidad- y la paradoja de poseer cierta corrección política en un potente altruismo y humanidad, una figura de excepcionalidad, lo cual hay que decir que le funciona en decente medida, produce de ésta manera mayor empatia, aparte de poseer el director americano Sean Baker dotes narrativos, como con la elipsis del final en el cementerio, en que figura la reparación emocional por sobre la material, tras ser una historia que versaba más bien en el lugar común y en la simpleza, la de la interrelación afectiva entre una pareja dispareja, entre una anciana solitaria llamada Sadie (Besedka Johnson) y una muchacha bastante contemporánea y de tipo cool en Jane (Dree Hemingway), que tras una venta de garaje y descubrir una alta cantidad de dinero en un objeto que le compra a la anciana sufre de remordimientos y busca acercarse a ella, quien no tiene idea de la suma (que hábil y sutilmente lo explica la trama sin precisarlo, de donde procede originalmente el dinero), con lo que se forma un vínculo sólido entre ambas con el pasar del metraje. Sean Baker nos entrega una feel good movie, una amistad enternecedora, pero a su vez algo irreverente, compartiendo los consabidos enojos y choques iniciales de adaptación, por la costumbre de la soledad no porque la muchacha sea puta. De esto tiene una escena muy graciosa, Sadie le hecha gas pimienta en los ojos a Jane, al creer que tiene intenciones oscuras tras tanta amabilidad cuando no se conocen mucho. Starlet muestra el revertir del cariz antisocial, tras un fuerte hermetismo, encontrando soporte emocional en el menos pensado.

Tangerine (2015) tiene la particularidad de haber sido grabado mediante Smartphones, con el iPhone 5S, con el que se crean texturas acordes con el callejeo de los transexuales por barrios humildes, pero que tiene una calidad de resolución que luce como un filme convencional americano, o sea no presenta minusvalía estética alguna, por lo que es todo un logro cinematográfico en ese aspecto.

El filme juega con cierta moralidad, fomentando una filosofía de vida o quizá nihilismo, en la ausencia de convenciones, lo cual nos pone un poco en el lugar de lo primitivo o lo salvaje, como cuando el marido que gusta a escondidas de los transexuales es descubierto por su familia, en medio de una ligereza formal, de un cariz digamos que alegre, superficial e intrascendente, de pequeño conflicto, como refleja en gran parte la idiosincrasia de L.A., pegándose a esa liberalidad sin consecuencias que estipula el cine de Sean Baker y una cierta ideología mundial actual, como si se hablara a su vez de un país ultra moderno.  

El cine de Sean Baker busca la aceptación y complicidad de cierta figura llamémosle sórdida, tratada como entretenimiento, con festividad, buena onda y relajo narrativo, donde cierto que hay un toque de realismo y verosimilitud, de no esconder esa fuerte carga de rechazo hacia la prostitución callejera, la promiscuidad y banalidad en vídeo o la transexualidad teniendo sexo con el supuesto heterosexual, aunque se encuentra predominantemente bajo la afabilidad, lo cual será la mayor virtud o gancho del filme consciente o inconscientemente, hacer que uno se conmueva y le demos lugar a estos outsiders, un espacio en nuestro mundo mental, si no es que es identificación, de unos personajes ineludibles de la sociedad. Lo vemos cuando Alexandra le canta a cuatro gatos en un lugar público previo pago, que la hace ver como una loser; o en el desenlace donde se descubren las pelucas los travestis, revelando flagrantemente al espectador que físicamente son hombres en realidad, mientras Baker nos muestra la humanidad de sus personajes, implicando ternura, bondad, debilidad y compañerismo, como antes traición, humillación, carácter y juego. Tangerine es más lograda, más verosímil, que la simpática Starlet que apunta a mayor entretenimiento.