sábado, 13 de febrero de 2016

La mirada del silencio (The Look of Silence)

The Act of Killing (2012) nos sorprendió a muchos, era una película difícil de creer en gran parte para quienes vivimos lejos de la historia de Indonesia, sobre una enorme cantidad de muertos por ser denominados comunistas, y en como los grupos vencedores en la actualidad se jactan de todas las muertes acaecidas durante 1965-66 que pasaron por sus manos, y se debe a que nunca se ha ejercido castigo legal alguno sobre estos paramilitares ni gánsteres que representan la historia oficial de su país. The Act of Killing era un filme extravagante y original en su narrativa, en como los asesinos se entretenían interpretando roles cinematográficos recordando como ejecutaban a estos llamados comunistas. En esta segunda parte del director americano Joshua Oppenheimer esta vez tenemos un documental más convencional, como para que quienes se sintieron extrañados con la versión anterior puedan digerirlo más fácilmente, sobre todo gracias a la confrontación que perpetra el protagonista del filme, Adi Rukun, que con 44 años de edad no puede obviar ni olvidar que mataran salvaje e impunemente a su hermano mayor -habiendo nacido 2 años después de su muerte- y tenga aún que convivir de lo más normal con los homicidas, incluso con los asesinos directos, de su hermano Ramli. Con lo cual con pretexto de trabajar su profesión de optometrista y enviado por la relación con Oppenheimer conversa con los paramilitares de ese entonces, discute con ellos tratando de llevarlos hacia alguna reflexión o quizá hasta un remordimiento, los cuales ya viejos muchos se hayan en posiciones privilegiadas, son ricos o pertenecen al gobierno, o algunos seniles incluso ni se acuerdan o no quieren hablar de política, como suelen excusarse o llamar al pasado, aunque hay un grupo que se vanagloria, y yacen en paralelo narrando y repitiendo como en The act of Killing el placer de esa acción heroica de matar comunistas, que es como lo ven y se enseña en la escuela del hijo pequeño de Adi. 

La mirada del silencio es esa que profesa Adi cuando ve en su hogar los videos con las entrevistas a los perpetradores y escucha atento como describen orondos algo doloroso para él en ese aniquilamiento histórico en que se deshicieron de comunistas iguales a su hermano, y hasta de éste, y como esto representa un triunfo nacional, contado mediante un lugar íntimo y personal, un espacio más pequeño, la identidad de unas víctimas, donde vemos a toda la familia de Adi participar, algunos pocos enterados de toda la situación, a sus hijos, o a sus longevos padres, donde el progenitor ya se comporta bastante perdido en el mundo y es cuidado como un bebé por su mujer, al haber pasado los 100 años, mientras la anciana madre comparte el dolor con su hijo. Adi, hay que decirlo, es sumamente valiente, va y enfrenta a los familiares de los asesinos de su hermano, y aunque está claro que no sacará nada de ello lo hace como una moral y un dolor muy grande que sobrelleva, que puede verse como una responsabilidad ante la invisibilidad que existe. De lo que recibe respuestas más esperables o coherentes al tipo que las que hubiéramos imaginado en The act of killing donde cundía la fiesta y la omnipotencia. Los asesinos tienden a decirle a Adi que olvide el pasado, sino puede atraerlo y repetirse, y se justifican con que no debe seguir el camino errado, que lo pondría en el mismo peligro y contexto, o sea, ser un comunista, escudriñar, señalar, por lo que estos ejercen una intimidación velada, discursiva, que enfática o violenta. Pero Adi está convencido y sigue indagando, llega incluso a descubrir que su tío fue guardia del régimen y que supo del encierro de Ramli. Todas estas confrontaciones son inquietantes, marcan mucha tensión en el ambiente, que se dibujan en sonrisas molestas, en miradas que no saben dónde fijarse, o en ese silencio que señala culpas y deja sin saber qué hacer.

Este documental es mucho menos impactante y elaborado que el primero, pero es un gran complemento, convirtiéndose en el contraste de la banalidad de matar, que sería su máximo aporte, su pequeña añadidura, habiendo mucha humanidad detrás de él, en aquellos cuidados y cotidianidad de los ancianos padres de Adi, en los juegos de éste con sus hijos, y sobre todo en ese perenne recuerdo de Ramli muerto brutalmente, como si no fuera nadie, y eso lo desmiente por completo el filme, mediante la larga y en buena parte solitaria y minimalista travesía de Adi, en señalar más que un cuerpo de aquellos tirados al río Snake, más que una sangre derramada y bebida para que los asesinos no se vuelvan locos.