viernes, 23 de septiembre de 2016

Bitter money (Ku Qian)

El documentalista chino Wang Bing ausculta la realidad de su país mostrando la problemática interna del pueblo y del ciudadano y hombre común, en esta oportunidad se trata de lo que se describe de un inasible e ilusorio sueño de hacer mucho dinero tras la idea en toda actualidad de la fertilidad económica china. La gente se mueve de las provincias y de la pobreza a la gran ciudad en pos de enriquecerse, o tan solo vivir bien, pero lo que encuentran es lo que indica el título, dinero amargo, una enorme cantidad de trabajo y muy poca redención económica.

Wang Bing posa la cámara en el lugar clave, oscuro, aunque a través de una cierta engañosa apacibilidad y naturalización, pero que al meternos en profundidad en su narrativa devela exceso de enojo, cansancio y tensión. Su documental atrapa momentos de lastimosa realidad, descubriendo una situación de explotación, de miseria y de frustración. La gente que sigue la cámara ubicua y un Wang Bing que está hasta en el lugar menos pensado muestra cómo viven los trabajadores, en espacios muy pequeños, descuidados y compartidos, entregados por los dueños de las pequeñas manufacturas textiles, el mundo laboral del documental.

El filme se arma encadenando las historias de estos trabajadores, salta de la exhibición de uno al otro relacionándolos desde un punto compartido, como ser compañeros directos de trabajo. La propuesta que dura 2 horas 30 minutos empieza enseñándonos a una chiquilla de 16 años que viene de la provincia de Yunnan por tren a la China próspera del este detrás de un sueño. Pasa a continuación a una compañera que es maltratada por su marido a quien le pide dinero, una violencia que sucede frente a otra gente que no interviene, y que incluye a Wang Bing y su cámara. La humillación, pasividad y terquedad de la mujer es otro vivo retrato de la situación.

Otro caso es el de un hombre de mediana edad que vive alejado de su familia el que yace inmerso en el alcoholismo. Mientras otro trabajador, un muchacho de 19 años, tira la toalla ante la exigencia de un monto demasiado elevado de trabajo, anticipándose a la derrota decide regresar a su pueblo natal. En el filme el alcohólico en un momento bromea con una compañera de trabajo que igual que él tiene a su familia lejos y le propone -nada sutil- que debiera tener un affaire para paliar la pobreza y el exceso de labores, ponerle una historia –aunque reprochable- a esta invisibilidad y reducción de humanidad. El escenario luce propenso para  un melodrama romántico de pobreza. No obstante Wang Bing nos ilustra bajo una frialdad y sequedad observacional, deslindando el filme de la superficialidad y el regodeo de la porno-miseria, poniendo al espectador a cotejar una realidad que lo puede identificar fácilmente y que pide seriedad. Es la fuerza de la gente la que impide que el sufrimiento sea lacrimógeno, pero  el problema está ahí latente, el dinero amargo, el que existe tan solo para subsistir y exige dejar la vida en el trayecto.