jueves, 17 de agosto de 2017

Dunkerque (Dunkirk)

El hecho histórico que cuenta el filme del inglés Christopher Nolan es legendario para Inglaterra, la evacuación de 300 mil soldados de la ciudad y puerto de Dunkerque, Francia, rodeados por atrás por el mar y por adelante por los nazis durante la segunda guerra mundial el año 1940. Nolan recoge lo mejor del cine arte y lo convierte en cine popular, gigante, para todo público. Hace de la propuesta una muy artística mediante su estructura de varias visiones protagonistas equivalentes y representativas. Tenemos a un civil (Mark Rylance) yendo a recoger soldados en su barco particular –como muchos otros, movilizados y cuidados a un punto por la famosa Marina Real Británica- junto a 2 muchachos heroicos, a un joven soldado inglés (el novel pero competente Fionn Whitehead) tratando de escapar como puede de Dunkerque, a un piloto (Tom Hardy) de la aviación inglesa protegiendo a los soldados aliados y a los barcos rescatistas y contratacando al enemigo en el aire –a la poderosa Luftwaffe-, y a un jefe naval (Kenneth Branagh) en un muelle observando el desarrollo del rescate y dirigiendo su parte de la operación. Como complemento panorámico tenemos a otro soldado inglés (Harry Styles) buscando escapar pero a toda costa, saltándose si es necesario la moral y sacrificando a algunos otros en el trayecto. Junto a ello también es complemento el soldado salvado (Cillian Murphy) traumado con regresar a la playa de Dunkerque.

El filme cuenta con otra añadidura artística, se trata de que nunca veremos a ningún nazi en persona, a ningún soldado enemigo, sólo se presencia el impacto -y la superioridad- del ataque alemán, con esto Nolan maneja el terror y el suspenso que genera no saber por dónde y en qué momento serán atacados los aliados atascados en la playa. A lo máximo Nolan permite ver sólo los aviones alemanes de la temida Luftwaffe y en una dosis muy medida. En sí el filme concentra puntos y muestra algo significativo, escenas maestras repartidas por aquí y allá que se proyectan hacia algo mayor de la historia universal, con las que hay que armar una imagen integral, más que algo grandilocuente, detallista y recargado.

La obra de Nolan pretende ser emotiva enfocándose en subtramas enriquecidas, moverse en pequeñas historias, un aviador volando y luchando hasta quedarse sin gasolina, un aviador a punto de ahogarse tras hacer valientes rescates, el descontrol que genera el miedo a morir, el estado perpetuo combativo de sobrevivencia. Kenneth Branagh simplifica y contiene todo esto, expone dolor, compasión, frustración y felicidad mediante su expresivo rostro, sus emociones están repartidas por distintos momentos claves de la trama. El filme muestra mucho heroísmo, aunque recurre un poco a lo inverosímil, a lo exagerado. Tom Hardy es como un superhéroe sin poderes sobrenaturales. Pero sus combates y salidas de improviso generan adrenalina y manejan el entusiasmo del espectador. Mark Rylance por su parte aporta el idealismo y coraje del hombre común. En la propuesta hay algo de maldad o negatividad mezclada en soldados aliados tratando de salvarse a sí mismos por sobre el resto, es poco pero existe y es notable, un avance y concesión contra el esquema del blockbuster.

Un tercer trabajo artístico trascendental y definitorio en el presente filme es la banda sonora, el filme se sostiene en buena parte de la música de acompañamiento, esto puede creerse muy común, no suelen faltar en el séptimo arte memorables bandas sonoras que han catapultado (engrandecido) sus propios filmes, pero el trabajo entre Christopher Nolan y el famoso compositor alemán Hans Zimmer es tremenda simbiosis. La propuesta no tiene muchos diálogos, y la música amplifica –hasta crea escenas- y contagia lo que sentimos –nos trasmite estados de ánimo- con Dunkerque, los avatares y altibajos de la sobrevivencia, la espera, la lucha perdida y, por último, un tipo de gloria, simplemente seguir vivo, aunque se haya tratado de escapar no de destruir al rival y en la guerra uno suele creer que casi todo se vale y existe en el filme una mirada sobre la ética en este lugar. No todo el tiempo cae precisa la música, pero cerca de un 80% es pura maravilla bien compenetrada. Películas como Dunkirk (2017) significan la perpetuidad del cine tradicional, del cine apreciado frente a una gran pantalla.