sábado, 14 de octubre de 2017

El seductor (The Beguiled)

Contextualizada en la guerra civil americana, un soldado del norte es encontrado por una niña del sur, ella pertenece a una escuela de señoritas, que está casi vacía, y al verlo herido de una pierna el puñado de mujeres de la escuela deciden curarlo primero antes de entregarlo, pero terminan resguardándolo. La escuela la dirige Miss Martha (Nicole Kidman) y sólo le queda una profesora, algo tímida, Edwina (Kirsten Dunst); con ellas hay 5 alumnas, la que más se hará notar es la que interpreta Elle Fanning.

El filme de Sofia Coppola se basa en la novela de Thomas P. Cullinan y el guion también ha corrido a su cargo; otro filme que también adapta la misma novela es el de Don Siegel del año 1971, es bueno traerlo a colación porque viendo las 2 películas uno puede apreciar la diferencia entre hacer una película osada, ambigua e inteligente y otra sosa, naif y cuidadosa. El seductor (2017), de Sofia Coppola, está bien, tiene oficio, es muy limpio y entretiene, pero por lo mismo le falta audacia, riesgo, es bastante bonito. O sea, es demasiado plano y austero como narrativa, aunque estéticamente impecable.

El filme de Don Siegel se prestaba para varias interpretaciones, era ambiguo con muchos de sus protagonistas; tanto el cabo McBurney (Clint Eastwood) como Miss Martha (Geraldine Page) tenían de corruptos, uno sexualmente y por violencia, la otra por incesto. Pero tienen también un lado simpático o noble aun así. El McBurney de Siegel es muy racional y normal, imperfecto; Coppola añade muy buenos diálogos eso sí, las conversaciones entre su cabo McBurney (Colin Farrell) y su Miss Martha son muy cáusticos y jugosos.

En el filme de Siegel hay más aventuras y suspenso también, incluso el final muy parecido entre ambos en la película de 1971 tiene un matiz macabro, cruel e irónico, en la de Coppola es sólo un hecho, un momento muerto. La personificación de la chiquilla sensual que hace Fanning tampoco presenta mucha vida o matices, la que hace en cambio Jo Ann Harris tiene de rebelde, de pícara y de malvada. El problema es cómo expone Coppola los momentos, muy simples, muy limpios, hasta rápidos, y se ve que está todo muy calculado y embellecido, pero carece de existencia, de mayor espontaneidad, luce muy artificial. La cara de Geraldine Page está como nerviosa, igual la profesora Edwina que hace Elizabeth Hartman, están algo sudadas; Hartman es un poco unidimensional en su performance, es una mujer retraída y apocada, desconfía de los hombres como ella misma dice, pero más tarde con los sucesos que trae el vínculo con el avispado personaje de Eastwood toma vuelo, se vuelve más abierta a otras realidades, la humillación, el perdón, enfrenta los puntos flacos del mundo.

Lo que hace Dunst como Edwina está escogido al mínimo, no trata de ser tan lenta y temerosa como el personaje de Hartmann, lo cual está bien, pero no aporta casi nada en su lugar, salvo una escena sexual muy bien trabajada, muy lógica, y ese es otro problema en el filme de Sofía Coppola, curiosamente cuanto más coherente en general menos película, menos interesante. Y es que todo es demasiado sencillo, está simplificado en exceso, dejando únicamente un esqueleto narrativo ciertamente entretenido, pero de empobrecida argumentación y proyección. La mejor parte del filme de Coppola es cuando Farrell despierta tras la caída de las escaleras y lanza unos alaridos de sorpresa -justificados- que parecen humor negro.

Coppola carga las tintas con la religión, haciendo de las mujeres unas devotas, pero luego se trastoca esto con una facilidad inaudita. Se magnifica la situación de peligro, en un ataque de feminismo extremo, o vulgar, que el mal está despierto y hay que hacerse cargo. Pero se diluye mucho la malicia de la sexualidad que en Siegel late virtuosa en todas partes.