domingo, 24 de diciembre de 2017

It Comes at Night

El director americano Trey Edward Shults empezó bien su carrera con Krisha (2015), su primer largometraje, una película donde una extensa familia se reúne por el día de acción de gracias y la protagonista, Krisha (Krisha Fairchild), asiste a la cena después de mucho tiempo lejos de todos ellos, cuando es vista como una mujer problemática, destructiva de relaciones y con problemas de drogas y alcohol. Pero ya vieja anhela una segunda oportunidad, se esfuerza. No obstante ésta le es esquiva frente al resentimiento y la identificación del estigma de su pasado y sus relaciones. Krisha mantiene el suspenso, entre caer al abismo o seguir estoica, ayudada por la banda sonora de película de terror, mientras se explaya en lo cotidiano, en la conversación y en lo mínimo, en lo sugerente, sacando de a pocos los trapos sucios de la interrelación familiar, para luego padecer lo aparentemente inevitable.

Su segunda película, It Comes at Night (2017), ya entra de lleno en el género, pero es una película que se cocina lento y guarda lo mejor –la explosión de sucesos- para el desenlace. Pero también el filme vale mucho por cómo va desarrollando tensión, desconfianza en el ambiente. El asunto central es el miedo a contagiarse de una enfermedad mortal de transmisión inmediata, por tocar e interactuar con alguien enfermo. En la película no se explican los antecedentes de la enfermedad, pero se siente bastante el caos que propaga en una zona rural americana.

La familia de Paul (Joel Edgerton), su esposa Sarah (Carmen Ejogo) y su hijo Travis (un muy talentoso Kelvin Harrison Jr.), andan con máscara antigás y guantes de hule cuando se topan con alguien. Ésta familia siente mucho temor de enfermar y se defienden con convicción, mantienen una distancia férrea y las armas cargadas frente a cualquiera que se les acerque. La propuesta de Edward Shults recuerda un poco a The Road (2009), aunque aquí el apocalipsis es elíptico y sólo queda imaginar qué está sucediendo. La soledad del campo ayuda en ese aspecto. El filme guarda mucho misterio. También la mayor parte del metraje se desarrolla en la casa rural de la familia de Paul.

Éste filme tiene el mismo estilo de Krisha, tener largos momentos de paz y que todo parece felicidad, pero con la sombra detrás de algún peso enorme y del posible inicio del terror en cualquier momento. La primera parte te tiene atento no sabiendo qué está sucediendo, dura buen tiempo ésta sensación de rareza, mucho cuidado y miedo. Algo asecha a ésta familia y uno no sabe que es, también el título es muy sugestivo. Pero la muerte es más un contagio, botar baba negra y llenarse de ampollas y pus.

El filme se las ingenia para dar una escena de lo más terrible, donde la sobrevivencia desesperada hace entrada imponente. Antes dos familias hacen amistad, habiendo asomos de drama en su interrelación. Paul es una persona muy ruda y sólo cree en la sobrevivencia y confianza de su familia. Pero le convencen en su lado humanitario y por la necesidad de comida y alberga a una familia de desconocidos con ellos. En ese lugar entra a tallar la estrategia de suspenso, expectativa y misterio de éste director. Pero el tiempo se expande y se expande, la falsa tranquilidad asoma y crece.

Pero la expectativa sigue intacta y latente, vamos presenciando pesadillas, las pesadillas de Travis (a su abuelo consumido por la enfermedad), quien es un chico curioso y sensible, que suele caminar –en búsqueda del horror- en la oscuridad con una lámpara a gas mirando qué está sucediendo en su casa, la que parece un fortín. Travis también es misterioso y parece impredecible; qué está pensando el chico, te preguntas a veces. Paul en cambio tiene una fijación, estar alerta siempre y proteger a su familia. Pronto todos serán puestos a prueba.